lunes, octubre 18, 2010

Las Profecías de Alcania





He aquí la primera saga de fantasía de Colombia, Las Profecías de Alcania, cuyo primer libro se titula Las Armas Legendarias.
Normalmente uno no suele esperar gran literatura en las sagas de fantasía, más aún cuando claramente se están haciendo para aprovechar una moda. Basta con que la historia sea entretenida, y que estén decentemente escritas.  Ni idea como será la historia de esta saga (aunque debo decir que me molesta bastante que partan anunciándola como saga cuando quizás le va pésimo al libro y no saquen ninguno más), pero está escrito como la corneta. O eso es al menos lo que deduzco de los 2 primeros párrafos (y si hubiese sido el editor que escogió esta novela, yo no hubiese leído ni el segundo, pero para ver que tan mal seguía, lo hice).
Así que acá les dejo la página, y algunos comentarios después.
En los libros sobre cómo escribir, y en la mayoría de los cursos al respecto, una de las reglas que siempre se repite es la de evitar, en la medida de lo posible, los adverbios. Suelen aportar poco, distraer, redundar y a veces mostrar que el autor no sabe como más describir una escena. Claro, estas son solo guías para escribir bien, no normas que hay que seguir 100%, pero creo que un escritor novel debería intentar seguirlas al máximo, ya que si te lo dice un tipo que escribe bien y que ha vendido millones de libros, y que cada vez que revisa trata de borrar los adverbios que se le escapan en su prosa, por algo será. También hay que considerar que hay adverbios que quedan bien, o que uno no encuentra como reemplazarlos adecuadamente para no perder el flujo de la narración. No sabría si en el caso de este libro el autor jamás leyó algo por el estilo, o consideró que ese adverbio era la única manera de relatar la escena, pero el asunto es que comienza su novela con un adverbio. De entrada, como diciendo que se va a pasar cualquier convención de escritura por donde se le plazca. En mi humilde opinión, era un adverbio perfectamente prescindible.
 Sigamos. La oscuridad se escurría “como persiguiendo a un hombre”. Una comparación de cómo la oscuridad se escurre… Ok… Hay mejores maneras de narrar eso, pero bueno.  Ahora vemos que es como persiguiendo a un hombre que corría por un corredor buscando a su esposa.  Bien específica la comparación… Ahora, ¿Corría por un corredor? En el mismo Word encuentro varios sinónimos para corredor: galería, pórtico, claustro. Ok, no son muy buenos. Pasillo ya está en el párrafo, no puedo repetirlo, pero busquemos sinónimos de esa palabra en word:  pasaje, pasadizo, callejón, recoveco, calle, atajo… Y bueno, mucho de donde elegir
Si seguimos leyendo, nos enteramos dos líneas más abajo que ¡el hombre de la comparación específica sí existe! Entonces se vuelve la comparación más tonta de la vida. Ya no es comparación, nos estaban presentando al personaje de modo misterioso. Uuuhhh…
Aldort, Asgrat, Etnamaid. Ok, este va a ser uno de esos libros en los que no se pueden pronunciar a los personajes ni los lugares, jupi. ¿Quién habrá dado la idea de que eso genera buena fantasía?
En el segundo párrafo nos damos cuenta que el autor consideró que Aldort no era buen nombre para su personaje (¿el principal?), así que lo cambió por Algort. También nos enteramos que a pesar de ser el rey de los hechiceros, el tipo no sabe ni entiende nada. Esperemos que sea un cargo heredado por sangre, porque si es electo rey de los hechiceros, no me quiero ni imaginar lo inútil del resto. “La verdad era que en ese momento eso no importaba”. ¿Suena bien? Por alguna razón a mí no. La mezcla del era, ese y eso me choca, y es fácilmente arreglable. ¿Dónde mierda está el editor con criterio que pide revisiones y nuevas versiones?
¿Notaron que a pesar de ser el único en el castillo, hay una enorme cantidad de gente aún en él? Sus hijos, sus súbditos…
¿Qué dicen del “tras abrir puerta tras puerta”? Dos usos distintos para el tras, ¿por qué no cambiar alguno?
Bueno, menos mal que la foto solo cubrió eso, si no, quizás cuanto más hubiera seguido pelando. Lo divertido es que le echo más la culpa a quién decidió editarlo y publicarlo que al autor, porque un escritor siempre puede ser malo y su ego le impide verlo, pero ¡mierda!, para eso se supone que hay alguien que revisa y elige lo que se publica.