lunes, abril 27, 2009

En el que para olvidar una desilusión, el protagonista va de paseo con 2 personas, con quienes pasa hambre, descubre fósiles, y más cosas que no caben

El viernes decidí que auto quería, que estaba dispuesto a pagar el valor y quedé contento, pero esperé hasta el sábado para conversar con mi papá, y para ver si aparecía por ahí alguna oferta mejor. A eso de las 4 llamé al dueño del auto para avisarle que lo compraba, y me informó que lo había vendido el viernes. Quedé tostado, más que por el hecho de haberlo perdido porque tendría que empezar el proceso de nuevo, y buscar y mirar autos. Más encima después caché que no hay muchos en oferta de los que me interesan.

Para pasar la lata, el domingo decidí ir al cajón del Maipo, aprovechando que mi papá me dejó su auto para facilitar mi búsqueda del mío. Al viaje se sumó Emilio, y en último minuto Sol. La otra Sol fue invitada también, pero tenía que estudiar.

Partimos tarde, pasado las 2, y no habíamos almorzado ni tomado desayuno, lo que implicó que andábamos con hambre (bueno, Sol y yo, Emilio sí almorzó). Sol con hambre puede ser bastante insistente, así que paramos a medio camino a comprar empanadas, pero se demoraron un poco en estar listas, así que cada uno hizo lo que pudo por proveerse de comida. También aprendimos a hacer trampas para avispas de color fosforescente. Pueden verlo en las fotos que pondré al final.

Luego de una terrible discusión, se tomó conjuntamente la decisión de llevarnos la comida de ahí y buscar un buen y bonito lugar para almorzar. La primera intención era conocer algo llamado Los Rodados, pero era una porquería y terminamos en un portón, dándonos una vuelta complicada (flashbacks de Cochiguaz, pero sin barranco a un lado ni río al otro). Segunda opción era ir por el camino a Las Melosas, el cual fue difícil de encontrar y al que entramos casi por casualidad.

El camino era bien choro, pero el impacto se alcanzó al llegar a un puente con un excelente paisaje a cada lado. Nos estacionamos, tomamos fotos, y partimos bajando hacia el río para encontrar el lugar ideal para finalmente comer algo. ¡Vaya sí lo encontramos! Colores rojos y naranjos, con piedras que parecían tener arterias, caídas de agua pequeñas pero bonitas, pozones de agua amarilla (bueno, el color no era muy vivificante, pero iba con el paisaje) y rocas grabadas por el agua y el viento que formaban estructuras extrañas que parecían fósiles prehistóricos. Miren las fotos y vean que animales o cosas descubren ustedes.

Un poco más abajo llegamos al lugar que se veía desde el puente, y desde abajo era impresionante, toda una galería llena de agua tranquilísima flanqueada por estas murallas talladas por la erosión. Lo único que podía alterar esa tranquilidad era el monstruo que dormía bajo las aguas, del cual sólo veíamos su espalda. Emilio se empeñó en despertarlo lanzándole piedras, pero no lo logramos. Lo más cerca que estuvimos de darle fue en la cola, pero al parecer no fue suficiente. Menos mal, porque cuando seguimos el camino, más adelante vimos algunas de las cosas que había hecho y alteraciones al paisaje, por lo que claramente enojarlo no era una buena alternativa.

Luego de levantar mi mano al cielo y jurar con Dios como testigo que volvería a ese lugar más temprano, con cuerda y traje de baño para meterme hasta donde quería llegar, seguimos viaje. En el camino encontramos otras caídas de agua, un espectacular asentamiento de carabineros que parecía más club de campo que lugar de entrenamiento y hasta sargento cocinero tenía y una construcción evanescente que sólo Sol vio (sí, Sol, si sabemos que existía).

Se empezó a hacer tarde, pero seguimos igual. El camino empeoró progresivamente (cosa que la barriga del auto debe estar lamentando) y llegamos a un portón. No decía recinto privado ni “No Pasar”, así que sentimos eso como una invitación para abrirlo y seguir adelante, cosa que hicimos. No a mucho andar nos topamos con el lugar donde todas las cabras del mundo van a dormir, y más adelante, ya con una oscuridad total, se nos apareció una vaca satánica que nos veía con una mirada infernal. Emilio trató de fotografiarla, pero desapareció frente a nuestros ojos, como la construcción fantasma de Sol. Después notamos que tenía un ternerito infernal, lo que hizo que pareciera hasta tierna, aunque igual por un momento pensé que nos iba a pedir que cantáramos la mejor canción del mundo.

Llegamos hasta donde al parecer el camino tomaba una curva que hacía que se devolviera o empezara a subir, y como ya era tarde, estaba oscuro y el camino parecía empeorar, nos devolvimos. Pasamos a ver más de cerca las cascadas del camino, cosa que logramos hacer gracias a una potente linterna que incluso alcanzaba para señalar estrellas. Sol dijo nuevamente que vio una estrella fugaz (sí, Sol, era de verdad), y con Emilio vimos un satélite.

En resumen, un buen paseo, se me pasó la molestia con la perdida del auto, pero me reforzó las ganas de tener uno. También me hizo pensar que uno más alto podría no ser mala idea…

Las fotos: http://picasaweb.google.es/ermordung/CaminoLasMelosas

4 comentarios:

@pauli_moli dijo...

muy bueno que escribas tus historias y no los pequeños escritos a los que estamos acostumbrados, me gustaron mucho las fotitos :)

Æmilio dijo...

un poco más y tienes un subtitulo de libro de Julio Verne.

Es necesario aclarar que la bestia infernal era una vaca y no una cabra, que además ocupaba todo el camino.

Una buena opción sería comprarse un Canyonero

Rodolfo dijo...

Error corregido. Esa era la idea del título, era bastante más largo pero no cabía en el espacio que blogger me permitía.

Cote Santana dijo...

Estaba como niña con muñeca nueva leyendo tu escrito! demasiado contenta, emocionada y disfrutándolo al máximo!

Que divertido Rodolfo, yo también se que hay monstruos en ciertas partes y en ciertos paseos y también se que no hay que despertarlos porque habría que ponerse a correr! pero Emilio insistía en eso, que divertido!!

Quiero decirte que en la parte que pensaron que tendrían que cantar la canción más linda del mundo, me hizo soñar mucho y pensé que el universo podría haber empezado a alinearse tan sólo para escucharla... pero al menos por esta vez no fue así... talvez pasarán otros mil años para que las estrellas vuelvan a bailar.

También me gusta pensarme ahí.