En el Santuario de la Naturaleza hay múltiples senderos, pero sólo hay un cendero, y fue ese el que el azar quiso que siguiéramos. No sé del resto, pero sí creo que la diosa fortuna nos tendió una mano esta vez, pues en una caminata corta bordeando el río pudimos encontrarnos con bonitos paisajes sacados de diferentes películas del viejo oeste, cactus marcianos y un buen lugar para refrescarnos.
Fue un paseo tranquilo, porque la semana pasada yo había quedado medio molido con el asado en el cerro San Cristóbal y la caminata por el Río Clarillo, porque Emilio y yo nos levantamos a las 3:30 AM para ir a buscar a una amiga francesa de su familia, la que llegó pasadas las 5 de la mañana y decidió partir directamente a Viña, por lo que nuestra ida a buscar solo sirvió para conocer a la versión francesa de Coté Santana, y porque Elise no se sentía muy bien.
El lugar estaba lleno, o eso pensé cuando llegué. La mayoría de la gente no parecía interesada en caminar, sino en hacer un picnic y disfrutar al lado (o dentro) del estero. Está bien equipado el lugar, hay parrillas, mesas y buenos baños. “Calamos” una mesa dejando el auto al lado, y decidimos ir a dar una vuelta para volver luego a almorzar y descansar junto al río.
Por sugerencia de Emilio seguimos un camino que nos llevó a unos carteles anunciando unas termas (que se veían poco creíbles, y nunca llegamos a encontrar), y el “cendero baño de la cal”.
A pesar de no haber termas, sí había varios lugares donde bañarse, algunos ya ocupados, otros de difícil acceso, pero finalmente encontramos nuestro espacio. José Ignacio fue el primero en entrar al agua, y no dudamos mucho en seguirlo a pesar de lo helada que estaba, pero fue Elise la primera valiente en realmente meterse al río, sentándose tranquilamente y dejando que el agua fresca de la montaña la refrescara. Ante eso, no quedó más que sacarse la ropa y meternos todos de similar manera, para dejar bien parados a los nacionales (y venezolanos, claro). Fotos por acá, fotos por allá, nos secamos y nos devolvemos.
¿Dije que estaba lleno cuando llegamos? ¡Qué equivocado estaba! Claramente cabía mucha más gente, porque el lugar ahora sí estaba repleto. Además, alguien había ocupado nuestra mesa, pensando que el auto estaba ahí solo por la sombra. No importó demasiado, tomamos la comida y partimos hacia la rivera del río, donde nos instalamos a comer a la sombra. Los sándwiches estaban originales y deliciosos (mortadela/legucha y alcachofa palta), las galletas caseras de Elise estaban de muerte (miel y mantequilla de maní) y los nectarines plátano refrescantes. ¿Y después de un rico almuerzo? Pues una reponedora siesta junto al río. El sol me despertó antes de tiempo, pero aproveché de leer mientras el resto descansaba.
A eso de las 5, tomamos nuestras cosas y partimos de vuelta.
Además del paseo bonito y la buena compañía, aproveché de probar la cámara, y tratar de aprender a usarla mejor. Claramente aún me falta bastante, y hay ciertas funciones que sólo se aplican en ciertos modos. Quizás debería repasar más concienzudamente el manual. A pesar que cuando tomé las fotos no quedé del todo contento, al verlas ahora en el computador noto que efectivamente son muy bonitas, y el problema es que en la pantalla, y por el sol, no lograban verse bien (por eso echo de menos el visor óptico de la otra cámara).
Todo súper, valió la pena, probablemente lo mejor que se podía hacer este fin de semana, pero aún así siempre hay algo que se extraña que podría haber hecho el paseo aún mejor :–S