jueves, mayo 28, 2009

Viaje a Argentina, Parte 4


Después de dormir, aunque no hubiese sido el plan original, partimos a San Juan. Lamentablemente era Domingo, y para más remate el Lunes era feriado, así que el centro estaba muerto, casi todo cerrado. Igual dimos algunas vueltas, nos bajamos a ver si había algo y encontramos una confitería abierta donde compramos pico dulce, incluyendo unos que se supone que brillan en la oscuridad.



Sin mucho más que hacer ahí, partimos a Mendoza. Quedaba poca nafta, así que el Capitán nos empezó a alegar, pero era suficiente para llegar a una bomba. En Mendoza la cosa fue similar, todo bastante cerrado salvo lugares para comer, pero me llamó la atención que a pesar de eso había mucha gente en el centro paseando.

Fuimos luego a 2 shoppings, el primero era un Jumbo-Easy con algunas tiendas más, y entramos porque en un principio pensamos que era “el shopping” de Mendoza (“pobres argentinos, sólo un shopping de nada”, diría Obelix), pero una vez adentro Carola determinó que definitivamente ese no era en el que había estado antes, así que luego de pedir direcciones partimos al otro. Tienda ancla: Falabella. O sea, claramete el tema de los malls o shoppings como los llaman allá son una exportación de Chile, allá en Argentina el modelo sigue siendo las galerías comerciales, y tiendas especializadas o bazares en vez de tiendas por departamento. Mientras Carola buscaba algo en Falabella, yo pasé a una librería a mirar si había algo distinto. No mucho, la verdad. Eso sí en el Jumbo me había comprado dos libros que, aunque no conocía ni me interesaban mayormente, estaban tan baratos que no pude resistirme. Igual se ven como best sellers decentes, uno por el autor del Jardinero Fiel.

Después de eso pasamos a un Wallmart a gastar los últimos pesos argentinos que nos quedaban (que saldría más a cuenta que cambiarlos en Chile) y tomamos camino al paso Los Libertadores.

Los Argentinos en general manejan pésimo, ni pescan las señalizaciones, te tiran el auto, etc, pero acá comprobamos, tal y como dijo Carola, que les pones una curva o una cuesta, y se mean enteros (claro, están acostumbrados a pampas lisas y rectas), por lo que en el camino iban a 2 por hora, y no adelantaban nunca. De vez en cuando uno veía algún auto adelantar, y era chileno.



Al lado de Mendoza había un embalse y un río bien bonito, tienen suerte los mendozinos, pueden hacer un buen paseo de fin de semana allá.


En Uspallata cambiamos nuevamente de puesto, y seguí manejando yo. Aprovechamos de acomodar los cactus debajo de la maleta, al lado de la rueda de repuesto, esperando así evitar problemas en la aduana.

Llegamos al paso sin problemas, y ahí tuvimos que esperar más de una hora para poder pasar. Para colmo, se les olvidó timbrarnos un papel así que me tuve que devolver a buscarlo al primero de los 4 puestos en los que nos pararon (a pie, y no hacía calor a esa altura).

Al pasar a Argentina sólo nos preguntaron si llevábamos algo vegetal (y si habíamos tenido síntomas de resfrío), acá por otro lado, nos dieron vuelta el auto. El tipo fue re buena onda, en todo caso, me preguntó si llevaba algo de origen animal o vegetal, y luego me preguntó si podía ver la maleta. En Argentina también hicieron eso una vez, removieron bolsas, abrieron el bolso de Carolina y listo, por lo que pensé que sería similar. Nones, partió con mi bolso, metió la mano profundamente y me preguntó que tenía adentro (más que nada ropa sucia, pobre tipo). El bolso de Carola creo que no lo hurgueteó, sólo pidió abrirlo. Luego vino mi mochila de mano, que tenía la cámara, binoculares y leseras para llevar a mano en el viaje, y después las bolsas de supermercado. También abrió la guantera, pero no la revisó mucho. Definitivamente, de no haber escondido los cactus, hubiésemos tenido problemas… de hecho, ahora que recuerdo, tuvimos en Argentina un par de controles sanitarios, y un tipo metiendo la mano en la maleta se pinchó. No sé si habrá alcanzado a atinar que es lo que era o le dio lo mismo, pero traté de poner cara de nada cuando lo escuché gritar.

Bueno, después de eso seguimos camino, llegamos a Santiago relativamente rápido desde ahí, se notó que estábamos en Chile porque no pasó mucho rato hasta que tuvimos que pagar un peaje (creo que en Argentina tuve que pagar sólo 2, si es que, y un par de “fumigaciones” por control sanitario, a app 300 pesos cada una).

Casi 96 horas y más de 3.000 kilómetros después estaba dejando a Carola en su casa y partiendo yo para la mía. Lástima que el cuentakilómetros reiniciable llegue solo hasta 2000 (que número más arbitrario), por lo que no se pudo tomar una foto a los 3000 (hay una a los 1.500, creo, o a los 1.000, parece que están en la cámara de Carolina porque no recuerdo haberla visto en mis fotos).

Me había comprometido a ayudar a Carola en una cosa que tenía que hacer para el día siguiente, pero cuando llegué al depto noté que estaba muerto, y que necesitaba descansar. Le mandé un mail excusándome (aunque luego caché que igual no hubiese podido ayudarla). Supongo que se la debo para alguna otra ocasión.

Y eso fue el viaje. Queda pendiente el epílogo con conclusiones, y poner el mapa del recorrido, que será mañana, si la Difunta Correa quiere.

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