Ok, acabábamos de salir del casino con suerte dispar, y partimos al sur con la intención de ir a un cerro que tenía bonita vista. En el camino, Carola apagó las luces por un par de segundos (estábamos en la carretera, y aunque no venía gente, era peligroso) y el cielo se vio espectacular. No había luna, así que se veían muchas más estrellas que de costumbre, y más de las que vi en el Valle del Elqui. Aproveché de sentarme en la ventana a lo Duke de Hazard y así anduvimos un rato, yo mirando las estrellas mientras Carola manejaba.
A medio camino decidimos, como les conté antes, cambiar de rumbo y tomar un desvío hacia el norte, a una cuesta que se supone era muy bonita. La cuesta era efectivamente muy chora y bonita, pero no era la que Carola recordaba. De algún modo nos engañó un poco el mapa del hotel que teníamos, porque supusimos que una línea punteada era un camino menor (la cuesta, en este caso), cuando realmente parece que simbolizaba un río. El camino era mayormente de tierra, y flanqueado por hartos cactus, de los tratamos de sacar fotos (de noche no logramos sacar mucho) y además unos ¿brotes? para llevar a Chile. Igual que Sol, Carola colecciona cactus, y ahora entre los dos viajes creo que estoy bastante interiorizado en diferentes aspectos de este tipo de vegetación =)
Cuando estábamos como en el sector más alto de la cuesta, paramos un rato, yo quería salir a mirar el cielo y escuchar el ambiente. Se sentía correr el río abajo, pero no se veía. Carola se quedó terminando de preparar el café, que logramos hacer derritiendo hielo con la calefacción y luego calentando el agua con el calentador eléctrico que se enchufaba al auto, pero la porquería terminó media derretida y llenando el auto con olor a plástico quemado. Aprovechando el espectacular lugar, solitario, tranquilo, al lado de un barranco, con el sonido del río y las estrellas arriba, decidí que era el momento para llevar a cabo un pequeño rito de paso que antes de salir había descubierto que tenía que realizar, así que mientras Carola tomaba café, me quedé unos minutos afuera, produje el objeto a ser imbuido con energía que había procurado en el Wallmart de Córdoba (muy barato, por cierto), y ahí me quedé conversando con él un rato. Volví al auto una vez terminado el ritual, más contento, tranquilo, libre. Definitivamente estos lugares en donde no hay nada alrededor son los mejores para hacer cosas estúpidamente significativas.
Continuamos camino tranquilamente y sin apuro, y pronto comenzó a amanecer. Yo estaba cayéndome de sueño, la verdad, así que me pegué una pequeña pestañada antes de llegar al siguiente pueblo. No fue mucho, porque el camino era de tierra, pero sirvió. El pueblito, llamado Pagancillo, era muy pequeño, una localidad con casas todas de adobe, algunas bien bonitas, pero todas sencillas. Estábamos a pocos kilómetros de Talampaya, parque nacional y uno de los principales destinos del viaje, así que para allá nos fuimos, llegando justo cuando abrían, a las 8:30. Teníamos la esperanza de que tuvieran ducha, pero no, así que hubo que conformarse con lavarse los dientes y la cara nada más.
De guía para Talampaya nos tocó Fanny, si la memoria no me falla, y Roberto (creo) conducía la van (no entiendo por qué no era solo una persona, pero bueno). Ambos vivían en Pagancillo, y algo me dice que ser guía turístico es la principal fuente de ingresos del pueblo. Estoy tratando de aprenderme los nombres de las personas, se supone que hace bien, y si me las vuelvo a topar alguna vez en la vida y las saludo por su nombre, probablemente se sientan bien. Los uruguayos que podrían venir a quedarse en mi casa no me dijeron sus nombres, pero estoy casi seguro que a él le decía “llama”.
Pero me desvío del tema. En el camino al lugar “turístico” del parque, que son unas enormes elevaciones de roca de color rojo, nos topamos con unos extraños roedores que parecían conejos superdesarrollados con patas delanteras grandes. Debo decir que no logré entender el nombre de estos animales, y como había preguntado ya 3 veces me dio vergüenza seguir haciéndolo, pero gracias a la maravilla de internet puedo confirmar que eran maras. Otros animales que vimos fueron cóndores (a lo lejos), guanacos y ñandúes, todos cruzándose convenientemente por el camino. Más tarde, conversando con Carola, nos dimos cuenta que ambos pensamos para nuestros adentros que había alguien cerca del camino liberándolos convenientemente cuando pasábamos.
El lugar era efectivamente impresionante, murallas totalmente verticales de roca roja de, creo, unos 150 metros de altura. Se veían ciertas rajaduras en algunas de las murallas, y el agua había generado algunas cuevas. Cuando llueve, se supone que pasa el río y no se puede entrar, ya que nosotros llegamos por el cause del río seco. Sin embargo llueve poco, y el agua dura la nada misma ahí. Nuevamente hicimos el tour corto y barato que sólo nos llevó a la entrada. Uno más largo a precio razonable partía a las 4, pero nos iba a dejar sin tiempo para ir a recorrer San Juan. Carola había hecho antes uno que entraba un poco más y dijo que era muy bonito más adentro. Había aún un tercero que llegaba hasta el fondo, y por las fotos se veía re choro, así que habrá que hacerlo algún otro día en el que vaya con más tiempo, al igual que el largo de las Sierras de la Quijada. De algún modo, tal como Carola evangelizó con Talampaya y e Ischigualasto (ya vamos para allá), ahora me toca a mí hacerlo y llevara alguien allá (gastos compartidos, probablemente).
Bueno, luego de Talampaya nos fuimos a Ischigualasto, conocido también como El Valle de la Luna, claramente tratando de aprovechar la fama del chileno. El lugar es bonito, pero me pareció raro que lo que más me gustó no fueron las paradas turísticas, sino que el entorno en sí. Son 5 paradas con diferentes formaciones rocosas y un guía explicando sobre como se formaron y las eras geológicas. Hay fósiles del triásico también… Las formaciones son choras, pero creo que eso de que te señalen “esto es bonito, mírale” me deja como esperando algo más de lo que realmente hay, por lo que disfruto más de esas cosas no señaladas que son igualmente preciosas. Me pasó lo mismo en Las 7 Tazas, en las que disfruté más del camping mismo que del parque. Bueno, el tema es que fue un tour de 3 horas en nuestro propio auto, para luego volver por nuestra cuenta. Al final había un museo, que nos saltamos porque nos fuimos al final y más lento para recorrer bien el lugar, que como dije era hermoso. Acá se mezclaban los colores que habíamos visto en los otros parques y caminos, teniendo montañas grises, amarillas y rojas. Además nos tocó un cielo azul pintado con ciertas nubes, y vimos de todo (yo al menos) en ellas.
Después del parque seguimos hacia San Juan, y yo me fui bastante distraído mirando las nubes y jugando con la palma de mi mano por la ventana como si fuera un avión, a-la-Macross Plus. Jamás pensé que eso fuera a ser tan entretenido!
A mitad de camino cambiamos de puesto, Carola venía manejando desde la Rioja por como 15 ó 16 horas, y además yo tenía ganas de manejar.
Entrando a San Juan me equivoqué de camino y tuvimos que devolvernos, pero entremedio nos sirvió para ver una ciudad cercana, y luego recorrimos todo el centro de San Juan unas cuentas veces, simplemente para conocerlo. La idea era ir a un embalse que quedaba cerca de echarse y disfrutar tranquilamente, pero antes queríamos ducha y comida. Preguntamos en montones de servicentros, y todos nos mandaban a otro que se supone que tenían ducha, pero nada. Al final paramos en un hotel que nos arrendaban la pieza por 3 horas para ducharnos en 40 pesos (la idea surgió de buscar un motel por horas, pero no vimos), y ahí Carola aprovecho de sacar un mapa de la ciudad. En el mapa había unos hostales anunciados, así que decidimos ver si lográbamos sacar algo más barato (aunque en 3 horas alcanzábamos a ducharnos y dormir un rato, lo que no pintaba tan mal). Cuento corto, encontramos un hostal donde el tipo fue súper amable y nos dejó usar la ducha gratis, así que con renovada energía partimos en busca del estanque, para el cual también conseguimos mapa. Además, en el hostal tomamos una guía de hostales en Argentina, así que definitivamente la próxima vez que vayamos, cada uno por su cuenta probablemente, ya no vamos a tener que perder tiempo buscando alojamiento, sino que simplemente recorriendo sin rumbo, lo que es mucho mejor.
Bien, en el camino al embalse, como a las 2 de la mañana, creo, pasamos por la calle de los pubs de San Juan, y vimos uno que parecía como ok para nuestro target. Quedaría de plan B, pensé. A Carola la ducha no la despertó tanto, así que se puso a dormir mientras llegábamos al lugar buscado. Lo primero que encontré fue el dique, en donde había harta gente, incluso carpas alrededor. Era un lugar aún urbano, en todo caso, y se notaba su uso común para carrete. Traté de tomar algunas fotos sin mucha suerte y seguí buscando playas junto al embalse. Lamentablemente todo era privado, y lo que no, igual tenía horario de acceso, por lo que no pude entrar a ningún lado. Hubo un sector que pensé podría llevarme hacia el embalse, pero era camino de tierra y Carolina dormía, y no quería despertarla por una falsa alarma. Me empezó a dar sueño a mí, así que decidí volver al dique, estacionar el auto y dormir también. So much for plan B...
Al lado del conductor caché que cuesta más dormir que al del copiloto, porque como están los pedales no se pueden estirar bien las piernas. Quizás es sólo cosa de costumbre… Había comprado también una de estas almohadas de viaje que van alrededor del cuello, y en ese aspecto la encontré totalmente inútil. Igual me sirvió usándola como almohada normal, dejando las extensiones hacia arriba.
Me desperté varias veces, y finalmente como a las 8 creo que terminamos ambos despiertos y listos para ir a San Juan a comprar cosas (después de un gran café, claro). Unas horas antes, en un momento en el que ambos coincidimos despiertos, había sugerido ir a Mendoza, pero Carola quería aprovechar de recorrer tiendas baratas en San Juan como las que vimos en la Rioja, así que habíamos seguido durmiendo. Como ella durmió mucho mejor que yo, ella condujo de vuelta a San Juan. Pensé tratar de dormir, pero no daba…
Me estoy adelantando de día, eso sí. Ya sólo queda la última patita de vuelta, con el contrabando de cactus incluido, que vendrá en el próximo capítulo.
miércoles, mayo 27, 2009
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